De la sartén de casa a la estación de servicio de Repsol

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PlantaLa economía circular tiene forma de sartén. Ese recipiente de cocina, “generalmente de metal, de forma circular, poco hondo y con mango largo, que sirve sobre todo para freír”, según descripción literal del Diccionario de la Real Academia, está en el origen de uno de los grandes vectores de la nueva movilidad: los biocombustibles de segunda generación de Repsol.

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Pero, ¿qué son estos biocombustibles avanzados? Se fabrican a partir de residuos biológicos de diferente naturaleza, desde la parte orgánica de la basura que generamos en casa (aceite de freír incluido) hasta los residuos de la agricultura y la ganadería, de los trabajos forestales o la industria agroalimentaria. Cuando un motor de cualquier vehículo, barco o avión los consume, se ahorra aproximadamente un 90% de las emisiones frente a otros combustibles.

“Tienen la enorme ventaja de que son exactamente iguales o muy parecidos a las gasolinas y gasóleos tradicionales”, afirma Javier Aríztegui, gerente de Transición Energética y Movilidad de Repsol, “lo cual nos permite ponerlos en el mercado de manera masiva, como estamos haciendo ya, y sin necesidad de cambiar todos los vehículos y la infraestructura”. Es decir, pueden utilizarse en el parque móvil ya existente y aprovechar la red de distribución actual (las estaciones de servicio, por ejemplo).

 

Repsol lleva más de 20 años incorporando biocombustibles a sus carburantes

 

La compañía multienergética lleva más de 20 años incorporando biocombustibles a sus carburantes. Ahora se ha redirigido “hacia el aprovechamiento de residuos”, cuenta Aríztegui. Un enfoque de economía circular que procura la optimización de recursos, la reducción en el consumo de materias primas y el aprovechamiento de los desechos, reciclándolos o dándoles una nueva vida para convertirlos en nuevos productos.

Durante los últimos años, se ha ido incrementando el uso de biocombustibles y en 2021 esta cifra ha alcanzado el 9,5% en energía, en línea con los requisitos regulatorios de España y la Unión Europea. Un ejemplo de este impulso sostenible a la producción de biocombustible es, precisamente, el aprovechamiento de aceite de fritura. ¿De la sartén de cualquier casa a la red de estaciones de servicio de Repsol? Como en toda alta cocina, la receta no es tan sencilla…

Cómo reducir emisiones con biocombustibles

La compañía multienergética anunciaba en octubre que había procesado en su refinería de A Coruña sus primeras 500 toneladas de ‘aceite de sartén’ de origen nacional como materia prima, mezclado con aceite vegetal y otros componentes para la fabricación de hidrobiodiésel. Usado en el transporte en carretera, conseguirá una reducción de hasta el 90% de las emisiones de CO2 respecto a los gasóleos convencionales.

Unos meses antes, Repsol comunicó igualmente que había producido en la refinería de Petronor en Bilbao el primer lote de biojet obtenido a partir de residuos. Son 5.300 toneladas, cuyo uso va a suponer evitar la emisión a la atmósfera de 300 toneladas de CO2 (el equivalente a 40 vuelos Madrid-Bilbao).

 

Todas las cifras anteriores se multiplicarán exponencialmente cuando entre en producción en 2023 la nueva planta de la refinería de Repsol en Cartagena. Tras una inversión de 188 millones de euros, esta infraestructura suministrará 250.000 toneladas al año de biocombustibles avanzados para vehículos y otros medios de transporte.

Solo en 2019, hubo 2,3 millones de toneladas de CO2 menos en la atmósfera gracias al uso de biocombustibles de Repsol, una cifra nada desdeñable que va a crecer conforme su uso se extienda. La UE ha marcado la hoja de ruta: conseguir un mínimo del 14% en energía renovable en el transporte en el año 2030, ambición que podría aumentar si se aprueba la modificación propuesta en la Directiva de Energías Renovables.

La movilidad eléctrica (con el coche como estrella), los biocombustibles a partir de residuos y los combustibles sintéticos basados en el hidrógeno y el CO2 capturado son tres de las respuestas a ese apremiante proceso de descarbonización. Pero hay sectores como los vehículos pesados (camiones, por ejemplo), la aviación y el sector marítimo en los que la electrificación aún no es posible, por lo que el uso de biocombustibles puede ser la opción más rápida y eficiente para reducir sus emisiones. ¿De la sartén a las estaciones de servicio, entonces? Puede que a partir de ahora pedir una ración de pescaíto frito tenga también su lado sostenible.

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