¿Quién dijo límites?
Isidre Esteve no pierde la sonrisa tras su participación en el rally Dakar 2018, la competición de motor más exigente del planeta. “Este año me he divertido”, admite. Tanto que ya tiene “ganas de volver”. Han sido 8.793 kilómetros de durísimo recorrido. “Sin duda, este ha sido el Dakar más difícil de Sudamérica, con dunas muy difíciles de escalar, que te ponían a prueba y donde había momentos en que pensaba que no podríamos subir, pero no podías tener ningún miedo”, cuenta el de Lleida. Al escucharle uno no puede dejar de pensar que, a pesar de su crudeza, esta no ha sido su carrera más difícil.
Lucha por la normalización
La pelea más importante la ganó en 2007. Estaba en el mejor momento de su carrera deportiva como piloto de motos enduro cuando su vida dio un giro rotundo: una caída hizo que se fracturara las vértebras T7 y T8 y le impidió volver a caminar. “Ese accidente llegó sin libro de instrucciones, pero nunca significó un punto final, sino un punto y seguido en mi vida”, asegura. Ese punto y seguido resume una larga y dura recuperación, donde Isidre aprendió a encontrar un equilibrio en su vida, con el deporte como herramienta de motivación y superación, “normalizando al máximo la nueva situación”, explica. Y en la palabra normalización está la clave. Él no solo volvió al Dakar en 2009 en un coche adaptado, después de haber participado diez veces en moto, sino que quiso dar un paso más y ayudar a otras personas con lesión medular a mejorar su calidad de vida creando la Fundación Isidre Esteve. Esta es una iniciativa que recibe el apoyo de Fundación Repsol y que utiliza el deporte como llave para la integración efectiva.
Nunca digas nunca
Para Isidre, Dakar también es sinónimo de esa normalización por la que tanto lucha. Aquí su equipo corre de igual a igual con el resto de pilotos, con la única diferencia de que él controla su coche íntegramente desde su volante adaptado. “No es suficiente volver al Dakar para participar, quiero volver a ser competitivo. Mi gran ilusión es repetir en coche lo mismo que hice en moto antes del accidente”, dice el piloto. En su regreso en 2009 Isidre sufrió graves heridas. Esta dura experiencia le llevó a apadrinar un proyecto social de un cojín inteligente que le permite pilotar durante horas sin arriesgarse a sufrir úlceras ni daños en su piel.
isidre esteve es una lección de superación e integración a través del deporte
Así, su regreso en 2017 le permitió completar sin problemas físicos la carrera y firmar el 35.º lugar absoluto de coches. En 2018 se ha superado y ha terminado 21.º en la general y como segundo español mejor clasificado. Isidre está contento, pero no se conforma: “Esta edición nos ha servido para ganar confianza y saber qué podemos mejorar en el futuro”.
Compañeros de viaje
En su lucha, el piloto ilerdense está muy bien acompañado. “El trabajo de todo mi equipo ha sido excelente”. Mención especial merece su copiloto, Txema Villalobos, y su pareja y preparadora física, Lidia Guerrero —parte imprescindible de su éxito—. “En mi caso, Txema tiene una doble función determinante: es el navegante que hace que no nos perdamos y, por otro lado, cuando hay un problema yo no bajo del coche; si nos enganchamos en unas dunas, en un pinchazo, una rotura en el vehículo… él debe solucionarlo todo. Para mí, ir con él es una garantía”. Además, frente a este desafío, los lubricantes Repsol le brindaron la fiabilidad necesaria a su motor para resistir y conseguir su máximo rendimiento en unas condiciones extremas. “Somos unos privilegiados porque tenemos unos compañeros de viaje fantásticos: nuestros patrocinadores, que tienen tantas ganas como nosotros, y en 2019 volveremos al Dakar para llegar lo más lejos posible”. Conociéndole, no nos cabe duda de que Isidre lo conseguirá, y Repsol estará allí para apoyarle.