Donde resucitan los colchones: la magia química de Puertollano
Hay una huella en el colchón de su casa. Y no es (esta vez) la de los hijos o los nietos saltando encima de la cama sin haberse quitado los zapatos. Es una huella ecológica relacionada con su reciclado. En España, se estima que cada año desechamos 1,5 millones de colchones, un número que se vuelve especialmente explícito en los meses de calor, cuando el sector acelera sus ventas empujado por la renovación del dormitorio. Verlos tirados en las calles de nuestras ciudades junto a los contenedores de basura resulta incómodo, tanto por el problema que generan a los servicios de recogida como por lo que tienen de residuo de una intimidad ajena.
Un colchón varado fue depositario antes de los amores y los sueños y saber que su destino es hoy mayoritariamente el vertedero suena injusto. En nuestro país, el comercio que nos vende el nuevo suele retirar el antiguo, pero si no es el caso hay que llevarlo al punto limpio más cercano. Aun así, solo se recicla un 10% de estos productos para el descanso, muy lejos de las cifras de Francia y Holanda (70%).
El objetivo es tratar 200.000 colchones anuales, que puestos en línea llegarían desde Madrid hasta Valencia
Repsol quiere revolucionar esa contabilidad con la puesta en marcha de la primera planta de España de reciclado químico de espuma de poliuretano, componente principal de la mayoría de los colchones (pero también de sofás y otros asientos). La planta estará ubicada en su complejo industrial de Puertollano (Ciudad Real) y se prevé que esté operativa a final de este año. El objetivo es tratar unas 2.000 toneladas anuales de estos residuos, el equivalente a 200.000 colchones: si fueran puestos uno a continuación de otro, asfaltarían una carretera de 380 km, aproximadamente la distancia entre Madrid y Valencia.
¿En qué consiste el reciclado químico de colchones? “Se trata de un proceso donde se hace reaccionar el poliuretano en un medio ácido a alta temperatura, lo que permite recuperar el poliol que se utilizó en su fabricación para que pueda ser reincorporado al proceso de producción, cerrando de esta forma el ciclo”, explica Raquel Sánchez Magdaleno, gerente sénior de productos intermedios del Repsol Technology Lab. “En general, la espuma procedente de material reciclado debe mantener las mismas prestaciones que la que no tenga contenido reciclado, parte de nuestra actividad es trabajar para conseguir que esto se consiga”, confirma la experta.
El reciclado químico de la espuma de poliuretano de objetos tan cotidianos como los colchones es un ejemplo de
la apuesta de Repsol por fabricar productos más sostenibles, alargar su vida útil, aprovechar los residuos como materia prima, manteniendo su valor en los ciclos productivos, y ahorrar en materiales y energía. El objetivo de la economía circular es, por tanto, sacar el máximo partido de los recursos materiales de los que disponemos extendiendo el ciclo de vida de los productos. La Estrategia de Economía Circular que puso en marcha la multienergética en 2016 es así una palanca clave en el proceso de transformación industrial que está llevando a cabo Repsol para alcanzar las cero emisiones netas a 2050 y que permitirá un mejor desempeño ambiental de la compañía y de sus clientes.
La idea surge de imitar a la naturaleza, donde todo tiene valor y los residuos se convierten en un nuevo recurso para lograr mantener el equilibrio entre el progreso y la sostenibilidad. Pero así como el más común de los cerebros supera a cualquier inteligencia artificial, la economía circular necesita de una gran inversión para alcanzar la perfección del ciclo natural. En el caso de la planta de reciclado químico de espuma de poliuretano en Puertollano, asciende a 12 millones de euros: “La innovación es clave para desarrollar nuevas tecnologías que nos permitan mejorar la recolección y separación de residuos, optimizar los transportes, limpiar los residuos para mejorar rendimientos, desarrollar tecnologías que sean amigables y con bajo impacto en emisiones… Se abre toda una ventana de oportunidades y de modelos de negocio”, confirma Sánchez Magdaleno.
La economía circular necesita de una gran inversión para alcanzar la perfección del ciclo natural. En el caso de la planta de reciclado químico de Puertollano, asciende a 12 millones de euros
La ambición de Repsol va más allá de esta primera planta española. En Europa, se estima que unos 30 millones de colchones viejos acaban en una escombrera o en la incineradora. Pero bajo la mirada de la economía circular, esos residuos no son sino materia prima. Con el fin de aprovechar esa y otras vetas, la compañía se ha aliado con la firma alemana RAMPF Eco Solutions para desarrollar y construir nuevas plantas de poliol flexibles reciclados en el continente. Dar una segunda vida a estos materiales produce beneficios medioambientales hasta ahora inadvertidos, como reducir el envío de productos voluminosos a los vertederos y generar menor huella de carbono. “Además, como fabricantes de poliol, esto nos permite fabricar polioles circulares que posteriormente son transformados en nuevos colchones y otro mobiliario de confort”, apunta Sánchez Magdaleno, “con nuestra aportación ayudamos a cerrar el círculo”. Los expertos en salud pública abundan en la necesidad de dormir en un buen colchón para un mejor descanso. Pronto lo haremos también con la conciencia medioambiental tranquila.