Cuando la (mala) alimentación favorece desequilibrios emocionales
“Una correcta alimentación no es light, ni restrictiva, ni basada en comer poco. No importa tanto la cantidad de las calorías que ingerimos, sino su calidad”, sostiene la nutricionista-dietista Noemí Lobo, quien subraya que “no solo se trata de comer sano, es importante tener una relación saludable con la comida, sin sufrimiento ni culpa. Hay que disfrutar de lo que comemos”.
Además, la experta alerta del “apego emocional a la comida”, que aparece cuando pensamos que lo único que palia nuestra emoción (la ansiedad, la tristeza, el aburrimiento…) es la comida. Sobre todo con alimentos como el azúcar, “que nos da un placer momentáneo pero si lo tomamos prolongadamente y en exceso se puede convertir en adictivo, además de provocar enfermedades a largo plazo, como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, bucales o inflamatorias” , según la ponente, quien añade que “el consumo excesivo de azúcar, grasas de mala calidad y alimentos procesados es la peor combinación”.
Es un error excluir los hidratos de carbono de nuestra dieta
Noemí Lobo considera infundadas las reticencias a la hora de incluir hidratos de carbono en nuestra alimentación (a menudo se excluyen en las dietas restrictivas al considerar que engordan): “Son necesarios porque nos dan energía, y no hay que tenerles miedo si son en cantidades adecuadas”. Además, advirtió que “las dietas bajas en hidratos de carbono mal pautadas pueden acarrear falta de energía, produciendo cansancio y ansiedad”.
En cuanto al ayuno intermitente tan de moda, la dietista valoró que “no es ni tan bueno ni tan malo”, si bien apostilló que “no se ha visto que ayude más en la pérdida de grasa. Y si causa ansiedad, no es recomendable”.