Los parajes más idílicos en la costa este de Cabo de Gata
El campamento base ideal para recorrer la costa oriental del Parque Natural Cabo de Gata es Rodalquilar, minúsculo pueblo del término municipal de Níjar, ubicado en el valle que lleva su nombre. De casas bajas y cactus por doquier, el barranco del Cuchillo parte en dos a la población. Sus paredes están cubiertas de numerosas obras de arte bajo la iniciativa Rodalquilarte y un puñado de vecinos convive entre alojamientos turísticos y buenos restaurantes en los que saborear una gastronomía basada en la sencillez de pescados y mariscos, tomates con mil nombres y verduras nacidas bajo plástico.
Sus cercanas playas y calitas son el hogar de una rica fauna marina con la que disfrutar haciendo snorkel, y sus dunas han cautivado durante décadas a los directores de Hollywood, una combinación que año tras año atrae a excursionistas de todo tipo al cabo más meridional de Europa.
Al norte hay viejas minas, restos de la fiebre del oro del siglo XIX que hoy languidecen entre grafitis. También aquí se rodaron algunas películas -toda Almería es de cine- como se puede descubrir en la oficina de información junto al ecomuseo La Casa de los Volcanes. Allí se puede aprender más sobre la explotación de minerales en la zona y la personalidad geológica del entorno, marcada por antiguos volcanes cuyas calderas hoy son el destino de rutas senderistas.
Aguas que invitan al buceo
En cuanto a las playas, hay muchas alternativas a pocos kilómetros a la redonda. La más cercana se encuentra a poco más de tres kilómetros y se llama El Playazo. Su contundente nombre le hace justicia: se trata de un ancho arenal de 500 metros de longitud cercano a la vieja torre de los Alumbres y protegida por el Castillo de San Ramón, entre chumberas y siemprevivas. Junto a ella emerge una pequeña cala de aguas transparentes donde practicar snorkel entre praderas de posidonia, estrellas de mar, pulpos y una abundante fauna marina.
Muy cerca se despliega la Cala del Cuervo, ya en la localidad de Las Negras, estupendo punto de partida para remar a bordo de un kayak por la costa almeriense. Para los que no teman caminar un buen trecho bajo el sol, un poco más al norte, una pista serpentea durante una hora por la montaña hasta la Cala de San Pedro, un pequeño oasis en pleno desierto.
Dejando atrás el Mirador de las Amatistas, las arenas grises de la playa del Peñón Blanco dan acceso a La Isleta del Moro, otra pequeñísima localidad con varios centros de buceo que invitan a respirar bajo el mar y restaurantes donde tratan al pescado con mimo.
Esencia Mediterránea
Más al sur encontramos dos localidades que cuentan también con una excelente fama gastronómica: El Pozo de los Frailes, una aldea de casas blancas, y San José, una de las mayores poblaciones de la zona -aunque apenas alcanza los mil habitantes. Sus restaurantes basan su oferta en el pescado y marisco local (calamares, pulpo, salmonetes gallinetas, gallo san pedro, galanes y gamba roja, entre otras delicias) y las huertas autóctonas.
Pero si hay algo singular en San José son sus escondidas playas sureñas. En pleno Parque Natural Cabo de Gata, se accede a ellas a través de un camino de tierra en malas condiciones, pero que vale la pena atravesar -en temporada alta el acceso solo es posible en transporte público, que pasa con frecuencia-.
La primera parada de la excursión es Los Genoveses, un kilómetro y medio de arenas doradas poco profundas. Algo más adelante, la pista se desvía a la izquierda hasta El Mónsul, en la que se filmaron algunas escenas míticas de la saga de Indiana Jones.
Entre ambas existen una serie de calas, como El Barronal, solo aptas para quienes apuesten por la tranquilidad a cambio de una buena caminata. Y un poco más allá, entre un bosque de grandes agaves, el camino continúa hacia la ensenada de la Media Luna y la pequeña cala que lleva su nombre. Bienvenidos al paraíso.